17/12/18

Latifundios Léxicos


Abolición de la esclavitud semántica
Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión/Instituto de Cultura y Comunicación UNLa

Suele ser una manía el secuestrode significados para conformar un lenguaje hegemónico cuyo plan semántico se impone, con el reloj de la lucha de clases, en sus “definiciones”, sus paradigmas, su interpretación y su uso. Así lo hacen los poderes sectarios -de todas las áreas- que se adueñan de nociones y usos para reinar a sus anchas en los territorios semánticos. “La cortesía del filósofo es la claridad” decía Adolfo Sánchez Vázquez.

Casi cualquiera, con suficiente egolatría, inventa terminajos y jergas, a diestra y siniestra, para caracterizar eso que él cree descubrir u ordenar, como nadie antes lo ha hecho. Como un Cristóbal Colón de los saberes, inauguracontinentes del conocimiento, los da por inventados y los bautiza según el antojo y las pleitesías de ocasión. Y la proliferación de esos geniosde la terminología termina produciendo oscurantismos tipológicos nuevos muy caros al esnobismo burgués y a la balcanización de los saberes. Pocas, muy pocas, son las excepciones. “…todo lo que conduzca a la superioridad de un idioma sobre otro –ya sea intencionalmente o no- crea graves problemas…” Informe MacBride p.141

Al contrario de lo que se necesita (claridad e inteligibilidad) para comprender al mundo y todas sus complejidades, tenemos en el escenario de las explicaciones un circo abigarrado, generalmente tramposo, empeñado en secuestrar el conocimiento para enjaularlo en terminologías de “expertos”.  Incluso para las cosas más sencillas, siempre aparece un grupo sabelotododispuesto a proferir jerigonzas a granel mientras comercia con lo que dice saber. Se hacen pasar (y se hacen pagar) como iluminados del saber con quienes sólo se puede interactuar bajo los efluvios de cierta fe fabricada a media del negocio. Y, como hablan enredoso, hay que creerles y obedecerles. Algunos se hacen llamar científicos, expertos o técnicos.

 Este no es un problema sólo de comprensión es, particularmente un problema ético. Complicar el saber, que es en suma un producto social y un derecho humano fundamental, no parece ser el mejor método para su democratización. La invención desaforada de terminajos sectarios sólo produce “grietas”, abismos. Y no se trata de negar el valor de conceptos cuya capacidad de síntesis facilita la ordenación de categorías propias en la lógica que el conocimiento requiere para su consolidación científica. Se trata de exigirle, a tal capacidad, la destreza indispensable de hacerse accesible, inteligible para la satisfacción de las necesidades colectivas en la resolución de los problemas más disímbolos. No es lo mismo investigar que divulgar pero ambas fases del saber son indisociables e indispensables en la dialéctica del conocimiento material y concreto, objetivo y subjetivo. No es mucho pedir.

Así, la erudición que es un valor social fundamental, se garantiza un poderío colectivo que hasta ahora ha sido mayormente reducido a diálogos ineluctables entre interlocutores más enamorados de su prosa, y sus egos, que del aporte social para la producción social del conocimiento al alcance de todos. Es decir la democratización de la inteligencia. Necio sería descalificar el aporte de nomenclaturas científicas, de lo que se trata es de completar su valor con el valor de la extensión y el poderío del conocimiento movilizado socialmente. Abolir las cadenas terminológicas. Peor es cuando las explicaciones de los “expertos” se presentan en idiomas extranjeros.   

Un análisis panorámico, demostraría fácilmente cómo la invención de términos el impuesta por una dinámica ideológica hegemónica creada para imitar a ciertos formatos descriptivos empeñados en exhibirse como progreso científico de unos cuantos. Eso trae consigo otros problemas en la instrumentación de políticas democratizadoras de la Ciencia y la Tecnología. Son reductos cuya lógica se impone, desde afuera de una sociedad, para profundizar las brechas entre el que sabe y el que no. No pocas veces comerciando con eso.

En general los modelos de producción terminológica son estrategias para presentarse como saber universal e independiente de una comunidad específica, pero semejante ambición deja fuera de lugar a la diversidad de problemáticas educativas en una sociedad donde debieran servir para la apropiación colectiva de una determinada riqueza semántica. En consecuencia la democratización de los saberes se convierte en una imposibilidad porque los conocimientos in-inteligibles pierden su carácter formativo, dislocados de su pertenencia social.

Dotar de comprensión social-contextual, al conocimiento multiplica el desarrollo de una cultura que se adueña de la ciencia, de la tecnología y de la libertad de expresarlas diseminándolas más allá de los ámbitos formales de producción de conocimiento. La democratización del conocimiento, con todos sus significados con sus vocablos básicos, permite además abrirle opciones a la cultura misma para reconocer las variedad de las estructuras semánticas que, en general, no se perciben como algo propio de los pueblos y que, por el contrario, se presentan como un universo esotérico de espaldas a la inteligencia social. Facilitar la comprensión de los conceptos acarrea beneficios múltiples y enriquece también al espíritu científico, que corre riesgos si no logra abrirse a un modo colectivo, necesitado de conocer el sistema de los saberes y enriquecer otras formas de saberse.

Desde un enfoque crítico de las terminologías y las jergas, es posible desarrollar un abordaje democrático de los métodos de nominación tradicionales y de la proliferación misma del conocimiento. Eso permite impulsar cambios a la valoración de la inteligencia vinculada con la transformación profunda de la sociedad, no porque esté imposibilitada para entender conceptos complejos sino por la necesidad de esclarecer sus contenidos hasta ponerlos al alcance de la mayor cantidad posible de personas. Por cierto, no caigamos en la emboscada ideológica del “cuanto más sencillo” más alcance tendrá, se trata de que lo profundo, lo complejo y lo rico estén a la mano de todos. 

Toda capacidad crítica, frente a las terminologías incomprensibles, debe ser decisiva para revolucionar el conocimiento y emancipar a la semántica, eso implica liberarla y convertirla en fuerza de creación necesaria para terminar con los vicios de cierta “comunidad de iluminados” que se apropia de los saberes en todas sus ramas. También, hay que desplegar una lucha incansable que sea capaz de romper con los “diccionarios” del oscurantismo y afrontar la urgencia social de poner el conocimiento al servicio de la transformación del mundo. Para que se entienda. 

16/8/18

La comunicación como derecho...



En ocasión de la realización del  XIV Congreso de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación, realizado en Costa Rica a principios de agosto, fuimos invitados a una entrevista en el Canal UCR (Univ.de Costa Rica). Televisión con sentido, es el slogan que acompaña la programación de este medio universitario. 
 

6/4/18

Educación para lo Irreconciliable

No es no… en muchos casos

Por Fernando Buen Abad Domínguez
            Rebelión/Instituto de Cultura y Comunicación UNLa
 
 
 “El procedimiento moralizador del filisteo consiste en hacer creer que son idénticos los modos de actuar de la reacción y los de la revolución…El rasgo fundamental de esas asimilaciones e identificaciones lo constituye el ignorar completamente la base material de las diversas tendencias, es decir, su naturaleza de clase, y por eso mismo su papel histórico objetivo”. León Trotsky

Algunos preceptores “pos-modernos”, metidos a ideólogos (y viceversa), se han empeñado en esfumar de la educación básica (y la no tanto) el indispensable mundo de los temas y las cosas irreconciliables. Con el argumento de que “nada es para tanto”, que “todo es relato”, que todo es “relativo”, o que “la realidad es según el cristal con que se mira” deslizan una lógica de lo blandengue, servil al olvido o al perdón de las cosas más imperdonables. Así, las dictaduras no fueron tales, el holocausto es una exageración, Hiroshima fue menor de lo que dicen y Videla junto a Pinochet realmente no fuero tan “malos”. Y algunos se lo creen. La historia entera de la humanidad lavada en “cloro” ideológico para “cerebros” ambiguos.

Es la dictadura Intelectual de una corriente burguesa, nada ingenua, que se ha cargado, con cierto “revisionismo” caritativo, a generaciones enteras bajo el cuento del perdón funcional para toda ocasión. Y eso, también, es inadmisible. Existe un punto en que la intransigencia crítica es provechosa porque estructura procedimientos lógicos y les da firmeza frente al caos con que se fabrican, y presentan, ciertos eventos ideológicos o históricos. No hay lucha emancipadora que no posea bastiones principistas irreconciliables. Como la lucha de clases. No hay corpus moral dignificante que no requiera, para su grandeza, de los pilares axiológicos provistos por una intransigencia crítica y dialéctica. Ni uno solo de los grandes inventos científicos o tecnológicos hubiese conseguido visa sin los bastiones de ciertas concepciones inamovibles.

No hay leyes, no hay Estados y no hay normas capaces de dar contención a los “contratos” sociales sin una estructura consensuada y sistemática de preceptos intocables. Así, entonces, la moda de barnizarlo todo con permisividad, relativismos y blandura, seria imposible sin una dosis de rigidez en sus causas primeras o en sus fines. Aunque lo nieguen.

Es la moral filistea que tanto conviene a los comerciantes interesados en quedar bien con todos. Es la mentalidad de los mercenarios decididos a ensanchar su cartera de clientes. Es la ética de los mercaderes de noticias empecinados en abarcar a la mayor cantidad de personas lábiles y superficiales. La ideología de los blandengues no requiere compromiso. De ahí su éxito. Extrañamente, para su propaganda de la ambigüedad, son muy rígidos.

Y a propósito: no se puede ser neutrales con la “neutralidad”. Mucho menos cuando intencionalmente se confunden (o equiparan) lo “neutral” con lo “objetivo”. Y más cuando por “objetivo” se pretende hacer creer que no se toma parte, que existe un lugar (o no-lugar) donde todo se ve con claridad por que no se toma partido, porque no se tiene influencia y ni herencia que tiña pensamientos, palabras o acciones. De tal falacia hacen su comidita quienes trafican la “objetividad” (que también es una ideología) buscando llegar a muchos. Así, dicen que la tecnología no tiene ideología, que la ciencia no tiene ideología… y que su ideología es la mejor porque sus silogismos no tributan ni adeudan ante escuela alguna. Y en eso sí que son intransigentes.

Asumir principios no supone petrificarlos. Cada convicción, que afirma sus herencias y sus consecuencias, requiere del antídoto metodológico de la crítica, y de la autocrítica, para no convertirse en dogma. Un “convicción” poderosa lo es si es coherente con su historia y con los fines a que sirve… si es necesaria, posible y realizable. Y no por eso es infalible. Una “convicción”, tenga la base que tenga, debe mantenerse en evaluación permanente y debe ser permeable a las fuerzas dialécticas que le dan origen y finalidades. Debe consensuarse, contrastarse y perfeccionarse sobre el crisol de la práctica y desde ahí debe producir su desarrollo si no quiere convertirse en soliloquio o en homilía de sordos. Y, especialmente debe ser paradigma elevado a la acción donde saldarán sus aportes y sus deudas sin transigir reconciliaciones con lo que combate.

No pocas veces, la velocidad de los acontecimientos históricos va generando lecciones que desnudan debilidades y contradicciones fuertes donde son necesarias habilidades especiales para corregir (sin traicionar) el todo o las partes de los principios y los fines. Parte de la inteligencia social consiste en entrenar esa capacidad de modelado permanente en la praxis (Sánchez Vázquez) como expresión de la dialéctica de las luchas emancipadoras que enfrentan, sin cesar, enemigos expertos en mutaciones, ambigüedades y disfraces de todo tipo. No se trata de habilidades para la “adaptación” ni para el “acostumbramiento”, sino de destrezas teóricas y prácticas para desarrollar, en la lucha misma, posiciones cada vez más poderosas. Sin renuncias por banalidades.

Son de esa estirpe las convicciones y las tesis contra la esclavitud en todas sus expresiones. Son producto de esa dialéctica los valores humanistas clásicos (sin individualismos), el respeto por la naturaleza y el respeto por la vida en lo concreto (sin idealismos). Son de esa envergadura los principios éticos que defienden la dignidad, el trabajo, la justicia social y el derecho a vivir sin amos y sin miedos… (sin demagogias legalistas de coyuntura). Intransigentes.
 
No se puede transigir ni reconciliar ideas con los comerciantes de la muerte, con las industrias bélicas; no se puede transigir con los manipuladores de conciencias ni con los secuestradores de la educación pública y gratuita. No podemos reconciliarnos con los que usurpan tierras y usurpan mares ríos y lagos… por más saliva que inviertan en justificarse. No se puede transigir con los especuladores bancarios o financieros ni con la usura de las “tasas de interés”. No hay conciliación posible con el hambre, con la insalubridad o con la ignorancia. No se puede transigir con con los valores humanistas comunitarios ni con las plusvalías. Y por más que leguleyos o preceptores de la alienación quieran nuestra mansedumbre como “presa de caza” para sus amos, alguna vez y en algún lugar hemos de rescatar nuestro derecho y nuestra obligación de ser irreconciliables con todo aquello que, mientras esclaviza o mata seres humanos, hace grandes negocios. Educarnos, pues, para lo irreconciliable necesario.

8/12/17

Por una verdadera Formación Docente Integral

Consideramos que revalorizar la tarea docente requiere cambios profundos no sólo en el ámbito de la formación. Mejorar la formación docente implica mejorar todo el sistema educativo, integrar la formación inicial con la formación permanente. Y En primer lugar implica respetar la voz de sus actores sociales y realizar un estudio verdadero para definir los problemas de la formación y diseñar caminos de avance. Caminos acompañados asimismo, con mejoras de las condiciones laborales, institucionales y de vida de la población en general dentro de un proyecto nacional inclusivo donde se forme a un docente comprometido que pueda leer la realidad en forma crítica y actuar para transformarla. (Extracto de la declaración "En defensa de los institutos terciarios")

Colectivo Andares y Pensares
Aquí podés leer la declaración completa:

https://andaresypensares.wordpress.com/en-defensa-de-los-institutos-terciarios/

9/7/17

Ética entre la “Pos-verdad” y la “Plus-mentira" - Lectura recomendada

Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión/Instituto de Cultura y Comunicación UNLa

Urge intervenir la noción de “Pos- verdad” -con una buena dosis de pensamiento crítico- para radiografiarla hasta saber qué contiene y a qué propósitos tributa su uso. Sus definiciones la pintan como una forma “emotiva” de la mentira para manipular la “opinión pública”… para subordinar los hechos a las habilidades emocionales del manipulador. Es la mentira que prescinde de los hechos, que los arrodilla ante los intereses del enunciado para revertir (pervertir) la relación conocimiento-enunciación. El conocimiento se convierte en producto del enunciado y no al contrario. La realidad se convierte en un estorbo o en una anécdota decorativa -o prescindible- del enunciado. Una figura “retórica” más importante que la propia verdad. De cualquier manera parece ser necesario interpelar a la noción de “pos- verdad” con otra noción de contraste dialéctico que llamaremos aquí “Plus-mentira”. Incluso la construcción histórico-social de la “verdad” debe ser obra crítica.
En todos los sistemas económico-políticos que dividen a la sociedad en opresores y oprimidos, la mentira es un dispositivo consustancial o, dicho de otro modo, son mentirosos por definición. Sistema mentiroso que se basa en robar el producto del trabajo, con estratagemas diversas, que usa represión, miedo, armas, idolatrías e ideologías. La dictadura de las creencias y las supercherías. Mentiras que se perfeccionan en laboratorios de guerra psicológica fabricantes de “Plus-mentira”. Ahora quieren imponernos como “verdad” su reino de la des-honestidad y la anti-política. La fachada fagocitando el contenido; las técnicas de persuasión  produciendo crisis de confianza; la política huérfana de sociedad. Se trata de aniquilar lo que contradiga, lo que interpele, lo incómodo, lo difícil, lo profundo y lo social. Es un modo más de la ideología de la clase dominante en su fase intolerante y excluyente. Uno de sus modos más extremos y contradictorios que se “justifica” con “pos-verdades” creadas exprofeso y con tono “académico”. Medios para coagular el odio de clase como “verdad” que aniquila “lo otro”.


Con la “pos-verdad” y la “plus mentira” ya no habría rumores “falsos”… todo es “verdadero” mientras sirva para obturar la realidad. Se la usa para destruir al rol del Estado, para invisibilizar escenarios de represión y crimen, para ocultar fraudes electorales de todo tipo. La “pos-verdad” endiosa a los monopolios de guerra ideológica hacia públicos entrenados para no exigir “pruebas” ante ninguna calumnia, públicos entrenados para omitir “re-preguntas” y, especialmente, para no interrogarse a sí mismos sobre su información verdadera. Públicos entrenados para la “pereza mental”.

Ellos anhelan audiencias modeladas como repetidoras automáticas de falacias dramatizadas por la coyuntura donde domina el punto de vista hegemónico que anula los cánones de veracidad. Que los “hechos” queden sepultados por el énfasis, por las exageraciones y por todos los estereotipos imaginables. La red de “plus-mentiras” en que se sustenta la “pos-verdad”, se propone recorrer a lo ancho y a lo largo, a lo alto y a lo profundo… el cuerpo social para hacerlo adicto a las mentiras. Adicto a la ingeniería de la “plus-mentira”. Inyectarle odio coagulado en intolerancia para aniquilar lo otro, lo que implique a lo diferente… lo que implique a lo popular y a lo revolucionario. Imponer la negación compulsiva de la “verdad” su necesidad de existir, negarle su razón de proceder y negarle el ser. La “plus-mentira” liberada de toda culpa o penitencia. La “plus mentira” basada en la inmoralidad misma. El vacío de principios. La desfiguración alevosa de la realidad cómo signo de clase. El dogmatismo de la falacia, el fundamentalísimo de la irracionalidad impune. Y entonces lo falso es real.
Acaso el “plus” de la mentira en la “pos-verdad” sea su capacidad de consenso aplastante, su manera de obturar la duda. Incluso su glamour autoritario. La “plus-mentira” basada en componentes dinámicos de usurpación simbólica para asesinar la verdad con las banderas de lo que se niega o se combate. Hitler se hizo llamar “socialista”, Franco en nombre de Dios produjo matazones diabólicas. Así que ni la “pos-verdad” ’ni la “plus-mentira” son novedades ni hallazgos teóricos actuales y acaso un factor decisivo, o de su vigencia, sea el uso de las tecnologías subordinándolas a sus fechorías. La tecnología aporta su “prestigio” para hacer más contundente el desprestigio de la verdad. Total pasará nada. Y todo conduce a la anti-política.

En esta reflexión hay un litigio filosófico profundo y crítico que atañe a la “verdad” sus búsquedas, encuentros y desencuentros siempre históricos. No sobre el valor de su existencia social e histórica sino sobre sus depredadores aunque en la “pos-verdad” se los niegue. Y todo esto pone de relieve la responsabilidad social por la verdad, su lugar y sus desafíos. La verdad en cada pliegue de la revolución, la verdad de las masas y para las masas. La verdad que expresa la ética política de la lucha emancipadora. La verdad desde las bases con sus derrotas y sus victorias. La verdad y sus procesos, sus logros reveladores como saltos cualitativos de conciencia y compromiso. La verdad que es táctica inmediata de combate, la verdad revolucionaria siempre. En suma, si el capitalismo anhela manipular la percepción y las creencias con rumores y calumnias, con sobrecarga acelerada de información falsa para decir que hay “crisis humanitaria” donde hay luchas sociales; para imponer “guerras económicas” y decir que la voluntad popular no es confiable o lograr que nadie pueda reconocer la verdad de las luchas y eso deje de tener importancia… entonces la “plus mentira” también es un campo de guerra en la Batalla de las Ideas.

24/3/17

"Para ratificar los derechos" - COMPARTIMOS UNA VISIÓN y DESAFÍO



Por qué marcho

El "Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia" encuentra este año a la sociedad argentina en estado de alerta en defensa de los derechos conquistados. El gobierno del presidente Mauricio Macri, elegido democráticamente, genera de manera permanente y persistente continuos hechos y situaciones violatorias de los derechos fundamentales que la democracia debería garantizar.

De manera arrogante y soberbia se avasalla la institucionalidad y las garantías que la misma concede para la igualdad de las personas y su resguardo en todo sentido. La Justicia se ha reducido al Poder Judicial y, más allá de aquello que los funcionarios y el propio Presidente sostienen en sus intervenciones públicas, los actos que son producto de la gestión de gobierno de la alianza Cambiemos tienden a desconocer o a recortar de manera sistemática derechos ganados desde la restauración de la democracia hasta ahora. En la social, en lo económico, en lo político, en lo cultural. No se equivoca en esto el Gobierno, sino que esta manera de actuar es la que mejor responde a la ideología de la alianza política gobernante.

Las últimas semanas han sido escenario de diferentes manifestaciones populares, basadas en demandas y reivindicaciones diversas. Pero todas ellas han tenido un denominador común: la defensa de derechos a través de la movilización popular, ganando las calles y las plazas. Quizás porque habiendo transcurrido apenas un año y medio de gobierno de Cambiemos, los actores populares, directamente damnificados o no, y gran parte de la ciudadanía, arribaron a la conclusión de que en las actuales circunstancias la única manera de defender los derechos conquistados es a través de la movilización popular. Tan cierto como que los derechos sociales, económicos, políticos y culturales, aún en democracia, no se logran de una vez ni para siempre sino que tienen que ser ratificados cada día y en cada circunstancia que sea necesario hacerlo. Así nos encuentra este 24 de marzo: defendiendo, confirmando y fortaleciendo en la calle los derechos conquistados. Es también la mejor manera de hacer memoria.
https://www.pagina12.com.ar/27643-por-que-marcho